Inicio del cristianismo

La religión más extendida en el mundo. Su número de miembros asciende a más de 1.700 millones de personas, distribuidos por todo el planeta.

El cristianismo, en muchos sentidos y como cualquier otro sistema de creencias y de valores, se comprende sólo desde el interior de aquéllos que comparten la creencia y se esfuerzan por vivir de acuerdo con esos valores. Cualquier descripción de la religión que ignorara estas concepciones internas, no sería fiel en el orden histórico. Sin embargo, un aspecto que aquéllos que profesan ésta fe no reconocen por regla general, es que semejante sistema de creencias y de valores también puede ser descrito de una forma que tenga sentido para un observador interesado pero que no comparte, o que no puede compartir, su punto de vista.

Doctrina y práctica

Una comunidad, un modo de vida, un sistema de creencias, una observancia litúrgica, una tradición; el cristianismo es todo eso y más. Cada uno de estos aspectos del cristianismo tiene afinidades con otras creencias, aunque cada una de éstas también muestra señas particulares, consecuencia de su origen y evolución. Teniendo en cuenta esto, es una ayuda, y de hecho se hace inevitable, estudiar las ideas e instituciones del cristianismo en forma comparativa, relacionándolas con las afinidades que tiene con otras religiones. Sin embargo, resulta asimismo importante el estudio de los rasgos distintivos que son exclusivos del cristianismo.

Principales enseñanzas

Un fenómeno tan complejo y vital como el cristianismo resulta más fácil describirlo desde una perspectiva histórica que definirlo de una forma lógica, aunque ésta descripción histórica incluya concepciones interiorizadas por los creyentes y que son también características esenciales de la religión. Uno de los elementos esenciales lo constituye el protagonismo de la figura de Jesucristo. Ese protagonismo es, de uno u otro modo, el rasgo distintivo de todas las variantes históricas de la creencia y práctica del cristianismo. Los cristianos no han logrado llegar a un acuerdo sobre la comprensión ni sobre la definición de qué es lo que hace que Cristo sea tan característico y único. Desde luego, todos coinciden en que su vida y su ejemplo deberían ser seguidos y que sus enseñanzas referentes al amor y a la fraternidad deberían sentar las bases de todas las relaciones humanas. Gran parte de sus enseñanzas encuentran su equivalencia en la predicación de los rabinos, después de todo Jesús era uno de ellos, o en las enseñanzas de Sócrates y de Confucio. En las enseñanzas del cristianismo Jesús no puede ser menos que el supremo predicador y ejemplo de vida moral pero, para la mayoría de los cristianos, eso, por sí mismo, no hace justicia al significado de su vida y obra.

Todas las referencias históricas que se tienen de Jesús se encuentran en los Evangelios, una parte del Nuevo Testamento, englobado en la Biblia. Otras partes del Nuevo Testamento resumen las creencias de la Iglesia cristiana primitiva. Tanto Pablo como otros autores de las Escrituras, creían que Jesús fue el revelador no sólo de la vida humana en su máxima perfección, sino también de la realidad divina en sí misma.

El misterio fundamental del universo, llamado de muchas formas en las distintas religiones, en palabras de Jesús se llamaba "Padre", y por eso los cristianos llaman a Jesús, "Hijo de Dios". En todo caso, tanto en su lenguaje como en su vida, existía una profunda intimidad con Dios y un anhelo por acceder a él, así como la promesa de que, a través de todo lo que Jesús fue e hizo, sus seguidores podrían participar en la vida del Padre en el cielo y podrían hacerse hijos de Dios. La crucifixión y resurrección de Jesucristo, a la que los primeros cristianos se refieren cuando hablan de él como de aquél que reconcilió a la humanidad con Dios, hicieron de la cruz el principal centro de atención de la fe y devoción cristianas, y el símbolo más importante del amor salvador de Dios Padre.

En el Nuevo Testamento, y por lo tanto en la doctrina cristiana, este amor es el atributo más importante de Dios. Los cristianos enseñan que Dios es omnipotente en su dominio sobre todo lo que está en la tierra y en el cielo, recto a la hora de juzgar lo bueno y lo malo, se encuentra más allá del tiempo, del espacio y del cambio, pero sobre todo enseñan que "Dios es amor". La creación del mundo a partir de la nada y de la especie humana fueron expresiones de ese amor, como también lo fue la venida de Jesús a la Tierra. La manifestación clásica de ésta confianza en el amor de Dios viene dada por las palabras de Jesús en el llamado Sermón de la Montaña: "Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?" (Mat. 6,26). Los primeros cristianos descubrían en estas palabras una demostración de la privilegiada posición que tienen los hombres y las mujeres por ser hijos de un padre celestial como Él, y del lugar aún más especial que ocupa Cristo. Esa posición de excepción llevó a que las primeras generaciones de creyentes le otorgaran la misma categoría que al Padre, y a que más tarde utilizaran la expresión "el Espíritu Santo, a quien el Padre envió en el nombre de Cristo", como parte de la fórmula que se utiliza en la administración del bautismo y de los diversos credos de los primeros siglos. Después de numerosas controversias y reflexiones, aquella expresión adoptó la forma en la doctrina de Dios de la Trinidad.

Desde un principio, el camino para iniciarse en el cristianismo ha sido el bautismo "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" o a veces más simplemente "en el nombre de Cristo". En un comienzo, parece ser que el bautismo le era administrado sobre todo a los adultos, después de haber hecho manifiesta su fe y de haber prometido corregir sus vidas. La práctica del bautismo se generalizó más al extenderse también a los niños. Otro rito que es aceptado por todos los cristianos, es el de la eucaristía o cena del Señor, en la que los cristianos comparten pan y vino, expresando y reconociendo así la realidad de la presencia de Cristo, tal como lo conmemoran en la comunión de unos con otros, en la misa. La forma que fue adquiriendo la eucaristía a medida que evolucionó, fue la de una cuidada ceremonia de consagración y de adoración, a partir de textos eucarísticos escritos, sobre todo en los primeros siglos del cristianismo. La eucaristía también se ha transformado en uno de los principales motivos de conflicto entre las distintas Iglesias cristianas, pues no todas están de acuerdo con la presencia de Cristo en el pan y en el vino consagrados y con el efecto que produce ésta presencia en los que lo reciben.

La comunidad cristiana misma, es decir, la Iglesia, es otro componente fundamental dentro de la fe y las prácticas del cristianismo. Algunos estudiosos cuestionan el hecho de que se pretenda asumir que Jesús intentó fundar una iglesia (la palabra iglesia se menciona sólo dos veces en los Evangelios), pero sus seguidores siempre estuvieron convencidos de que su promesa de estar con ellos "siempre, hasta el fin de los días" se hizo realidad mediante su "cuerpo místico en la tierra", es decir, la santa Iglesia católica (universal). La relación que mantiene ésta santa Iglesia universal con las distintas organizaciones eclesiásticas que existen por toda la cristiandad es la causa de las principales divisiones entre ellas. El catolicismo ha tendido a equiparar su propia estructura institucional con la Iglesia universal, mientras que algunos grupos protestantes extremistas han estado prontos a reclamar que ellos, y sólo ellos, representan la verdadera Iglesia visible. Sin embargo, cada vez un mayor número de cristianos de todos los sectores han comenzado a reconocer que no existe un único grupo que tenga el derecho de apropiarse el concepto de Iglesia, y han empezado más bien a trabajar para lograr la unión de todos los cristianos.

Culto

Cualquiera que sea su organización institucional, la comunidad de fe dentro de la Iglesia es la primera condición para proceder al culto cristiano. Todos los cristianos de las distintas tradiciones han subrayado el papel trascendente de la devoción y de la oración individual, tal y como lo indicó Jesús. Pero él también instituyó una oración universal, conocida como el padrenuestro, cuyas primeras palabras subrayan la naturaleza y el sentido de comunidad que tiene el culto: "Padre nuestro que estás en el cielo". A partir del Nuevo Testamento, se estableció que el día que toda la comunidad cristiana destinaría a la adoración sería, "el primer día de la semana", el domingo, en conmemoración a la resurrección de Cristo. Lo mismo que el sabbat judío, el domingo se destina al descanso. También es el día en que los creyentes se reúnen para oír la lectura y la predicación de la palabra de Dios recogida en la Biblia, de participar en los sacramentos y de rezar, alabar al Señor y darle gracias. Las necesidades del culto en comunidad han motivado la creación de miles de himnos, coros y cantos, así como de música instrumental, en especial para órgano. Desde el siglo IV las comunidades cristianas han edificado construcciones especiales destinadas al culto, un hecho decisivo en la historia de la arquitectura y del arte en general.

Vida cristiana

El mandato y la exhortación de la predicación y las enseñanzas cristianas abarcan todos los temas referentes a la doctrina y a la moral. Los dos mandamientos más importantes dentro del mensaje ético de Jesús (Mt. 22,34-40) son el amor a Dios y el amor al prójimo. La aplicación de estos mandamientos a situaciones concretas en la vida, ya sea en el orden personal como en el social, no genera uniformidad en el comportamiento moral ni en el social. Por ejemplo, hay cristianos que consideran pecaminosas las bebidas alcohólicas, pero los hay que no opinan igual. Existen cristianos que adoptan diferentes posturas sobre temas de actualidad, ya sea desde puntos de vista de extrema derecha, de extrema izquierda o de centro. A pesar de ello, es posible hablar de un modo de vida cristiano, aquél que participa de la llamada al servicio y a convertirse en discípulo de Cristo. El valor inherente a cada persona creada a la imagen de Dios, la santidad de la vida humana, así como el matrimonio y la familia, el esfuerzo por alcanzar la justicia, aunque sea en un mundo caído en la desgracia, son compromisos morales dinámicos que los cristianos deberían aceptar; sin embargo, sus conductas pueden no conseguir las metas que imponen estas normas. Ya desde las páginas del Nuevo Testamento se hace patente que siempre ha sido difícil la tarea de desarrollar las implicaciones o el alcance que puede tener una ética del amor, bajo las condiciones de la existencia cotidiana, y que en realidad nunca ha existido una "época dorada" en la que haya sucedido lo contrario.

Escatología

Sin embargo, dentro de la doctrina cristiana late la idea de esta época de oro, representada en la esperanza cristiana de una vida eterna. Jesús se refirió a ésta esperanza con tanta insistencia que muchos de sus seguidores estaban a la espera del fin del mundo de un modo declarado y abierto, pues con ese fin, sus vidas alcanzarían el reino de la eternidad. Desde el siglo I, ésta expectación creó una actitud de flujo y reflujo, alcanzando a veces niveles de gran intensidad, y otras veces, de una aparente aceptación del mundo en sus formas más crueles. Los credos de la Iglesia se refieren a ésta esperanza usando el lenguaje de la resurrección, de una nueva vida, participando de la gloria de Cristo resucitado. Teniendo estos símbolos en cuenta, el cristianismo debería considerarse como una religión espiritual, y en ocasiones se ha limitado exclusivamente a cumplir este papel. Pero a través de la historia de la Iglesia, la esperanza cristiana también ha servido para motivar el desarrollo de una vida terrenal más conforme a los deseos de Dios según fue revelado por Cristo.

Bibliografía:

Autor: Ricardo Santiago Netto. Argentina

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