Revista la educación en nuestras manos
N° 28-29-30 - Enero a marzo de 1.995
S.U.T.E.B.A. - Sindicato Unificado de los Trabajadores de la Educación de la Provincia de Buenos Aires
Reconversión laboral
Los trabajadores frente a un mundo que cambia.
A. La transformación de la sociedad
Decir que estamos viviendo un proceso de cambios profundos es, a ésta altura, un lugar común. Sin embargo, más allá de ese acuerdo inicial, nos encontramos con múltiples interpretaciones acerca de las características de estos cambios, sus causas y consecuencias.
El modelo en crisis
Veamos primero qué es lo que está cambiando. Para eso debemos mencionar las características más distintivas del modelo de sociedad anterior. Debemos tener en cuenta, antes de continuar, que ese modelo que hoy se transforma en todo el mundo capitalista, asumió formas diversas en cada país o región. Sin embargo casi todos los países capitalistas adoptaron este modelo cuyos rasgos comunes y esenciales pasamos a mencionar. En lo que hace a la economía, en este modelo la actividad industrial era la más dinámica y estratégica, y la misma se orientaba hacia la producción en masa para un consumo relativamente amplio. De ahí la existencia de importantes mercados internos y de cierta capacidad adquisitiva de los trabajadores. Si bien la concentración del capital en pocas empresas, es un fenómeno que viene desde principios de siglo, es cierto que había una cierta variedad de empresas que posibilitaban formas de competencia y muchas empresas de alcance nacional (medianas y pequeñas), conservaban cierta autonomía e importancia. Los monopolios no habían alcanzado un gran desarrollo.
Nuestro país, a partir de la crisis mundial que estalló en 1.929, tuvo la oportunidad de iniciar un cierto desarrollo industrial a partir de la producción de aquellos bienes que se dejaron de importar a causa de la retracción del comercio mundial provocada por esa crisis. Ese desarrollo por sustitución de importaciones sentó las bases materiales para el surgimiento de nuestra propia versión del Estado Benefactor. Era un Estado poderoso conocido como Benefactor, que brindaba a gran parte de la población un mínimo de seguridad social, salud, educación, vivienda, transporte, etc.; asumía directamente la realización de actividades productivas; y protegía el desarrollo local de la industria. Durante la vigencia de este modelo se formalizó también el reconocimiento, y en muchos casos la integración al propio Estado, de las organizaciones sindicales.
Obviamente no estamos diciendo que en ese modelo no existieran la miseria y otros problemas sociales propias del capitalismo. Estamos diciendo que en ese modelo de sociedad los trabajadores eran importantes como consumidores. No estamos diciendo que todo el mundo se educaba igual o que no existía analfabetismo. Lo que estamos diciendo es que en el Estado Benefactor la mayoría de los trabajadores tenía por lo menos acceso a la educación primaria y a los servicios básicos de salud y a una serie de beneficios sociales legalmente garantizados.
Crisis y nuevo modelo
¿Por qué entra en crisis ese modelo? Se puede decir que la razón de fondo es la existencia de una baja en la ganancia de las empresas. Estas se enfrentan a dificultades crecientes para aumentar la productividad y colocar la producción. Esas dificultades, sumadas a las conquistas obreras y al poder de los sindicatos que imponen un aumento relativo de los salarios reales, hace que se reduzcan progresivamente los márgenes de ganancia que obtienen por cada inversión. En los comienzos de este modelo el gran aumento de la productividad que consiguieron les permitió incrementar los salarios y el poder de compra de los trabajadores y, al mismo tiempo, mantener una creciente ganancia: el aumento de la productividad era mucho mayor que el aumento de los salarios.
Simultáneamente se empiezan a observar nuevas tendencias en los mercados: gran inestabilidad y demanda contenida. La competencia por los mercados se vuelve una lucha por la supervivencia.
También se observa una creciente insatisfacción de los trabajadores con sus condiciones de trabajo que provocan elevado ausentismo, defectos en la producción e incluso protestas y huelgas.
Este proceso, que empezó durante los años '50, fue madurando y agravándose durante la década del '60, estallando en 1.973 a causa del brusco aumento del precio del petróleo.
Desde un comienzo, los grandes empresarios y sus consultores más lúcidos empezaron a ensayar distintas estrategias para superar la situación. Aquellos que están en mejores condiciones van imponiendo las suyas y, de esa forma van afirmando su crecimiento, trasladan los costos a los sectores más débiles (asalariados, jubilados, etc.), destruyeron o absorben a las empresas perdedoras y así, en parte intencionalmente y en parte de hecho, van delineando el perfil de un nuevo tipo de sociedad.
Este nuevo modelo tiene como principales impulsores a los grandes grupos económicos transnacionales, que controlan la mayor parte de los mercados y las áreas más dinámicas de la producción mundial en la actualidad (electrónica, informática, telecomunicaciones, energía y biotecnología).
Se van definiendo nuevas pautas de consumo: el consumo tiende a ser restringido. Restringido porque el mayor consumo se concentra en sectores cada vez más reducidos de la población que gozan de un muy alto poder adquisitivo. Estos sectores, minoritarios en el país y en el mundo, viven una verdadera euforia consumista mientras amplios sectores medios consumen cada vez menos y peores bienes y el resto, la mayoría, no puede adquirir las cosas más elementales para poder vivir. Un ejemplo de esto puede ser el de los automóviles. Antes, todas las empresas automotrices buscaban llegar a un consumo de masas y para eso fabricaban modelos como el F i a t 600, un auto sencillo, económico. Hoy ese auto no se fabrica más y la competencia entre las empresas pasa por modelos cada vez más lujosos, pero mucho más pequeño. Finalmente, consumo de rápida rotación: los bienes que se adquieren son rápidamente reemplazados por otros más modernos.
Otra característica del nuevo modelo que se va imponiendo es la transnacionalización de la economía y a la formación de un sólo gran mercado mundial, donde las grandes empresas se muevan a sus anchas. Es lo que se conoce como "globalización de la economía". A eso apuntan todos sus reclamos por liberar las fronteras y eliminar las barreras proteccionistas. Eso quiere decir nuevos territorios pero también significa -vía privatizaciones- nuevas áreas de actividad, como por ejemplo áreas que tradicionalmente estaban en manos del Estado: como las telecomunicaciones, la explotación petrolera, el correo, la electricidad, los ferrocarriles, la seguridad, la educación, etc.
Otro fenómeno que va a marcar el perfil del nuevo modelo: cada vez menos empresas controlan la mayor parte de los mercados. No es que queden pocas empresas sino que las medianas y pequeñas, que son la mayoría, tienen cada vez menos importancia estratégica, mueven poco capital, tienden a desaparecer o quedan totalmente subordinadas y dependientes de las grandes empresas.
Finalmente, otra característica económica del nuevo modelo es la consolidación del predominio del gran capital financiero sobre el resto.
Una nueva gestión de la fuerza de trabajo
Entre las estrategias ensayadas por las grandes empresas para beneficiarse con la crisis (la llamada Reconversión Industrial) se encuentran las nuevas formas de gestión de la mano de obra. Esto significa, en primer lugar, la aparición de nuevas formas de organización del trabajo. Incluye también nuevos enfoques sobre la relación con el personal. Nuevas teorías que básicamente apuntan a darle alguna participación (aunque muy parcial y controlada) y un seudo-reconocimiento (de palabra y no en las remuneraciones) al trabajador, como forma de obtener su compromiso con los planes de la empresa, su aporte creativo y un aprovechamiento más integral de la fuerza de trabajo, que pasa a ser abiertamente considerada como un recurso vital y decisivo.
Estas nuevas formas de gestión del personal se suman a la innovación tecnológica en maquinaria y equipos. Ambas innovaciones (en gestión y en máquinas) procuran aumentar la productividad y la calidad de la producción y volver más adaptables las líneas de producción a las fluctuaciones de la demanda. Ambas son utilizadas también para desplazar mano de obra, aumentar la desocupación, reforzar el control del trabajador, expropiar el saber obrero y, consecuentemente, debilitar la fuerza de sus organizaciones representativas. Pero junto a las nuevas formas de gestión de la mano de obra y de organización del trabajo, propias de la sociedad que se va gestando, también reaparecen, métodos viejos, arcaicos, de explotación de la mano de obra, como por ejemplo el trabajo a domicilio, el trabajo a destajo, los contratos de corta duración, y otras formas de trabajo precario, característicos del capitalismo primitivo. También se busca por todos los medios, nuevos y viejos, intensificar el trabajo y prolongar la jornada laboral.
La reforma laboral
Esto está íntimamente relacionado con otro aspecto del nuevo modelo: una nueva relación institucional y jurídica entre el Capital y el Trabajo, y entre el Estado y los Sindicatos.
Para poder imponer nuevas formas de organización del trabajo, nuevas tecnologías en equipos y extender la aplicación de formas arcaicas de explotación, es necesario modificar o incluso anular, los derechos conquistados en muchos años de luchas del movimiento obrero. Conquistas que se expresan en los Convenios Colectivos, en las leyes laborales, en las garantías constitucionales y en los sistemas de seguridad social. Quieren terminar con todo eso. Y si no pueden eliminarlos, tratarán de modificarlos en sus aspectos esenciales hasta vaciarlos de contenido y de todo efecto práctico. Todos los derechos y conquistas laborales son presentadas como factores de rigidez que impiden las transformaciones necesarias para superar la crisis.
Un nuevo tipo de Estado
El nuevo modelo de sociedad que están gestando implica un nuevo tipo de Estado. Se empieza a difundir la idea de que el Estado Benefactor constituye una traba para el desarrollo. Según el discurso neoliberal se acusa al Estado de respaldar un excesivo garantismo laboral que lleva a la rigidez, a la ineficiencia y al aumento de los costos de las empresas. La propia democracia imperfecta y parcial, que consagra este tipo de Estado, sería causa de ingobernabilidad. Se critica el desarrollo burocrático que tuvo el Estado por ineficiente y oneroso.
Sin embargo los ataques y críticas neoliberales dirigidas contra el Estado no tienen como objetivo su achicamiento o debilitamiento real. Lo que pretenden en realidad es el retroceso de los espacios de democracia y participación para ciertos sectores populares que se abrieron en su seno y la eliminación de su carácter asistencialista y de productor directo. Manos libres para los grupos económicos, menos gastos sociales y privatización (y extranjerización) a bajo precio del capital social creado por generaciones de trabajadores. Se reclama también que abandone su carácter de regulador de la economía y se permita que los mercados (o sea los grandes grupos económicos transnacionales, otra vez) sean los que la regulen.
Al interior del aparato estatal y de las empresas públicas que subsistan (las no rentables, por supuesto) se apuntará a reducir gastos y personal y a administrarlas exclusivamente en base a criterios de racionalidad y rentabilidad capitalista.
Finalmente, el Estado de nuevo tipo se plantea una tarea de disciplinamiento social. El objetivo es eliminar las demandas que se dirigen al Estado o reorientarlas hacia los "mercados" de manera que las necesidades insatisfechas de la gente no sean vistas como causadas por el poder político. Así los gobiernos podrán decir que ellos saben que los salarios son bajos pero es la "economía" la que no permite aumentarlos. Se trata de desalentar el reclamo y la participación.
Consecuencias sociales
A nivel social, este proceso está llevando a un aumento del desempleo, al deterioro de los servicios públicos como la salud, la educación, el transporte, etc. (sólo accederán a estos servicios aquellos que puedan pagarlos), un empobrecimiento cada vez mayor de crecientes sectores de la población, desprotección, degradación social, inseguridad, incremento de la criminalidad y la violencia, un deterioro en las condiciones de higiene y salubridad. Mientras tanto, en el otro extremo de la escala social, un sector relativamente cada vez más pequeño goza de todos los bienes y servicios que la ciencia y la producción de nuestra época puede brindar.
Como resultado del crecimiento del sector servicios y del cuentapropismo, de la reducción de la concentración fabril, el aumento del desempleo y del sector informal, con la consiguiente ruptura de los lazos de solidaridad (al menos de aquellos que nacían y se fortalecían en los lugares de trabajo), avanzamos hacia una sociedad mucho más fragmentada e individualista. Estos aspectos negativos se dan en mucho mayor magnitud en la mayoría de los países del mundo, donde vive una proporción aún mayor de la población mundial.
Reaparecen epidemias que se creían del pasado, como el cólera. Millones de niños pobres mueren antes del primer año de vida por causas totalmente evitables. Los que sobreviven padecen desnutrición y caen en la mendicidad, la prostitución o el abandono. Miles son exterminados por bandas terroristas financiadas por comerciantes, como en el Brasil. Pero en los países industrializados también crece la desocupación y la miseria, renacen el fascismo, la violencia racial y la destrucción del medio ambiente no encuentra límites.
(texto seleccionado del original por M. J. Vázquez y A. Toresano)
Autor: CEPA. Argentina.
Editor: Ricardo Santiago Netto (Administrador de Fisicanet).