Arte y arquitectura de Egipto (segunda parte)

Imperio medio

Mentuhotep II, faraón de la XI dinastía, reinó entre los años 2.061 y 2.010 a.C., y fue el primer faraón del nuevo Egipto unificado del Imperio medio (2.134-1.784 a.C.). Creó un nuevo estilo o una nueva tipología de monumento funerario, probablemente inspirado en los conjuntos funerarios del Imperio antiguo. En la orilla oeste de Tebas, al otro lado del Nilo, en el lugar denominado Deir el Bahari, construyó un templo en el valle conectado por un largo camino real a otro templo que se encontraba adosado a la ladera de la montaña. Formado por una mastaba coronada por una pirámide y rodeado de pórticos a dos niveles, los muros fueron decorados con relieves del faraón en compañía de los dioses.

Arquitectura

La arquitectura del Imperio medio no está bien representada, dada la escasez de ejemplos conservados. No obstante, una pequeña construcción vinculada a Sesostris I (1.962-1.928 a.C.), faraón de la XII dinastía, ha sido recuperada de uno de los últimos pilonos (puertas monumentales) del templo de Karnak, para el que se utilizaron sus ladrillos como material de relleno. Esta pequeña capilla puede considerarse como el ejemplo típico del estilo de la época. Esencialmente cúbica en su diseño y construida bajo un riguroso sistema de pilares y estructuras adinteladas, este pequeño edificio tiene una pureza de líneas y unas proporciones tan equilibradas que le otorgan sin lugar a dudas un carácter de eternidad. Los entrepaños están decorados con bellos relieves del faraón y divinidades egipcias.

Obelisco de Hatschepsut
Karnak: Obelisco de Hatschepsut

Escultura

La escultura del Imperio medio se caracteriza por su inclinación hacia el realismo. Las primeras obras de este período imitan claramente los ejemplos del Imperio antiguo en un intento por restablecer las viejas tradiciones, pero la escultura de la XII dinastía muestra un renovado interés por la realidad. Los retratos de faraones como Amenemes III y Sesostris III son muy diferentes de aquellos otros faraones del Imperio antiguo.

Durante la XII dinastía las imágenes del faraón no se idealizan hasta el punto de convertirlo en dios. La gravedad e importancia de su alto rango se reflejan de forma clara en el rostro. La estructura ósea se insinúa bajo una superficie rígida, produciendo un tipo de realismo que nunca se había dado con anterioridad en el arte egipcio. Las estatuas de personajes privados tienden, como en todas las épocas, a imitar el estilo de las de los faraones; así lo vemos por ejemplo en los retratos de la nobleza de la XII dinastía, tendentes también hacia el realismo.

Pintura

La costumbre entre los nobles de enterrarse en tumbas construidas en sus propios centros de influencia en lugar de hacerlo en la capital, se mantuvo vigente. Aunque muchas de ellas estuvieron decoradas con relieves, como por ejemplo las tumbas de Asuán, en el sur, otras como las de Beni Hassan y El Bersha, en el Egipto Medio, fueron por regla general decoradas exclusivamente con pinturas. Los ejemplos conservados muestran el trabajo de los artistas y artesanos locales en su intento por adherirse a los modelos de los talleres regios. Aparecen algunas novedades en los tipos y formas representativas, aunque los viejos modelos todavía servían de guía para muchos temas y composiciones. La pintura también decoraba los sarcófagos rectangulares de madera típicos de este período. Los dibujos eran muy lineales y reflejan una gran minuciosidad en los detalles.

Artes decorativas

El Imperio medio fue también una época en la que se produjeron magníficos trabajos en artes decorativas, en particular joyas realizadas en metales preciosos con incrustación de piedras de colores. En este período aparece la técnica del granulado. El barro vidriado alcanzó gran importancia para la elaboración de amuletos y pequeñas figuras. Quizá lo más conocido fueron los hipopótamos de barro vidriado en color azul decorados con pinturas de plantas acuáticas.

Imperio nuevo

La XIII dinastía tuvo faraones débiles e ineficaces, alcanzándose un número de entre 50 o 60 faraones en 150 años. El segundo período intermedio (XIV a XVIII dinastías) fue de nuevo para Egipto una época de gobierno dividido. Los hicsos, pueblos venidos del Asia occidental, entraron en Egipto proclamándose a sí mismos como faraones. Impusieron su poder gracias a la utilización de caballos y carros de guerra. Esta circunstancia tuvo una prolongada influencia, ya que los hicsos llevaron a Egipto nuevas tecnologías a la vez que también proporcionaron una visión más amplia de su lugar en el mundo mediterráneo. Una vez más, sin embargo, Tebas instigó la reunificación del país, los extranjeros fueron expulsados y se restableció el poder central de la monarquía. El Imperio nuevo (1.570-1.070 a.C.) comenzó con la XVIII dinastía, y fue una época de gran poder, riqueza e influencia, como lo evidencia su importante comercio exterior y sus conquistas en el extranjero.

Arquitectura

Los faraones de las dinastías XVIII a XX fueron grandes constructores de arquitectura religiosa. Tras el restablecimiento de la capital en Tebas la realeza divina de los faraones se asoció al dios local Amón, que llegó a ser la divinidad suprema más importante de Egipto y reinaba sobre los dioses secundarios. Casi todos los faraones del Imperio nuevo se preocuparon por ampliar y hacer nuevos añadidos en el conjunto de templos de Karnak, centro del culto a Amón, convirtiéndose así en uno de los más impresionantes complejos religiosos de la historia. El mayor de todos ellos es el de Karnak; sus gigantescos pilonos, la gran sala hipóstila, los vestíbulos plagados de columnas, los obeliscos y las estatuas dispuestas en numerosos lugares, llevan directamente a pensar en el poder y majestuosidad del faraón y el Estado de aquella época. Próximo a este conjunto destaca también el templo de Luxor, con una fachada compuesta de dos enormes muros macizos que flanquean la entrada y conduce al patio. Ya en el interior encontramos una serie de recintos y capillas, dispuestos simétricamente, que albergan el sanctasanctórum, una sala cuadrada con cuatro columnas.

Templo egipcio de Luxor
Templo egipcio de Luxor

En la ribera occidental del Nilo, cerca de la necrópolis de Tebas, se construyeron templos para el culto y honras fúnebres de los faraones. Durante el Imperio nuevo los cuerpos de estos faraones se enterraron en tumbas excavadas en la roca en el entorno denominado Valle de los Reyes, ya en pleno desierto, con los templos funerarios o mortuorios a cierta distancia fuera del valle. De estos templos, uno de los primeros y más insólitos fue el de la reina Hatshepsut en Deir el Bahari, levantado por el arquitecto Senemut (muerto hacia el año 1.428 a.C.). Situado frente a los acantilados del río Nilo, junto al templo de Mentuhotep II, de la XI Dinastía, y probablemente inspirado en él, el templo es una extensa terraza con numerosas capillas para los dioses y relieves representando los éxitos logrados por Hatshepsut a lo largo de su reinado. Otros faraones no siguieron este precedente, y construyeron sus templos al borde de las tierras fértiles, lejos de los escarpados riscos del desierto.

Las tumbas del Valle de los Reyes fueron excavadas en el interior de la roca, en un esfuerzo —casi nunca conseguido— por ocultar los sepulcros donde reposaban las momias de los faraones. Largos pasajes y corredores, escaleras y cámaras funerarias fueron decorados con relieves y pinturas de escenas de textos religiosos destinados a proteger y amparar el espíritu del difunto para su próxima vida.

Durante la XIX Dinastía, en época de Ramsés II, uno de los más importantes faraones del Imperio nuevo, se levantaron los gigantescos templos de Abu Simbel, en Nubia, al sur de Egipto. Fueron excavados en el interior de la roca, sobre la falda de una montaña y con las fachadas custodiadas por cuatro figuras monumentales del faraón y su esposa respectivamente. Entre 1.964 y 1.968 ambos templos tuvieron que ser recortados en bloques y trasladados a un lugar más elevado con el fin de salvarlos de su inmersión bajo las aguas de la nueva presa de Asuán.

Como en todas las épocas, la arquitectura doméstica y palaciega se hizo fundamentalmente con materiales más baratos y cómodos que la piedra: el adobe, los ladrillos de barro mezclado con paja o heno y cocidos al sol. No obstante, se han conservado los suficientes restos como para dar una idea aproximada de la planificación de los palacios y sus múltiples estancias con pinturas y decoraciones diversas en suelos, paredes y techos. Las viviendas de las clases privilegiadas formaban amplios conjuntos urbanos integrados por edificios residenciales y para el servicio. Ejemplos de casas modestas para los obreros pueden aún encontrarse, agrupadas junto a los pueblos, muchas veces como las del Egipto actual.

Escultura

Durante el Imperio nuevo la escultura alcanzó una nueva dimensión. La rigurosa y severa estilización del Imperio antiguo y el áspero realismo del Imperio medio fueron reemplazados por un estilo cortesano en el que se combinaban perfectamente la elegancia y la cuidadosa atención hacia los detalles más delicados. Iniciado durante los reinados de Hatshepsut y Tutmosis III, este estilo alcanzará su madurez en tiempos de Amenhotep III (Amenofis III). Los retratos de los faraones y de los cortesanos fueron obras plenas de gracia y sensibilidad.

El arte en la época de Ajnatón, hijo de Amenhotep III, refleja la revolución religiosa promovida por el faraón. Ajnatón adoraba a Atón, dios solar, e imaginó y proyectó una línea artística encaminada hacia ésta nueva dirección, es decir, a eliminar la inmovilidad tradicional del arte egipcio. Al comienzo de su reinado se utilizó un realismo casi caricaturesco, pero poco a poco fue derivando hacia un estilo de sutil belleza y profunda ternura, cualidades perfectamente ejemplificadas en la cabeza de caliza pintada de su esposa, la reina Nefertiti (c. 1.365 a.C. Staatliche Museen, Berlín).

Pintura

Mientras que el relieve se utilizó en el Imperio nuevo principalmente para la decoración de edificios religiosos, la pintura predominará en la decoración de las tumbas privadas. La necrópolis de Tebas es una rica fuente de información sobre la lenta evolución de la tradición artística, así como también de excelentes ilustraciones de la vida de aquella época.

El medio pictórico permitió mayores posibilidades que el escultórico, al conceder al artista la posibilidad de crear coloristas imágenes de la vida alrededor del Nilo. Los funcionarios aparecen representados inspeccionando los exóticos tributos llevados a Egipto desde todos los rincones del mundo conocido. Los oficios de los talleres regios están representados con meticuloso detallismo ilustrando la elaboración de todo tipo de objetos, desde grandes esculturas a delicadas joyas. Los ritos funerarios, desde el cortejo fúnebre hasta las últimas plegarias elevadas a los espíritus, también se representan. Uno de los elementos comunes en la pintura de las tumbas tebanas, conocido ya en el Imperio antiguo, es la representación del difunto cazando y pescando entre los papiros de las marismas, entretenimientos y actividades de las que desearía gozar durante toda la eternidad.

Artes decorativas

Durante el Imperio nuevo las artes decorativas, al igual que la pintura y la escultura, alcanzan las más elevadas cotas de perfección y belleza. Los objetos de uso cotidiano utilizados por la corte real y la nobleza fueron exquisitamente diseñados y elaborados con gran destreza técnica. No hay mejor ejemplo para ilustrar ésta afirmación que el ajuar funerario de la tumba (descubierta en 1.922) de Tut Anj Amón, donde con ricos materiales —alabastro, ébano, oro, marfil y piedras semipreciosas— se crearon múltiples objetos de consumada habilidad artística. La cerámica del Imperio nuevo ofrece también este mismo gusto decorativo, con sus superficies frecuentemente pintadas con motivos vegetales. En esta época se produce el apogeo del vidrio egipcio donde los vidrieros mostraron una gran originalidad. En general, y a tenor de los restos conservados, se puede decir que los egipcios de esta época encontraron un particular deleite en la riqueza ornamental y en los vivos colores de las pinturas y artes decorativas.

Época tardía

A los poderosos faraones de las dinastías XVIII, XIX y parte de la XX les reemplazaron débiles monarcas que sumieron al país en una nueva etapa de crisis y decadencia, con continuas usurpaciones del poder. Ramsés III, último de la poderosa saga de faraones de la XX dinastía, levantó un enorme templo funerario (1.198 - 1.167 a.C.) en Medinet Habu, cerca de Tebas, en la orilla occidental del Nilo, cuyos restos son de los mejor conservados en la actualidad. La existencia de un palacio junto al templo indica que el faraón frecuentó y habitó aquel lugar en bastantes ocasiones. Escenas de batallas relatando las campañas de Ramsés III contra los invasores extranjeros (pueblos del mar) aparecen representadas con gran viveza en relieves distribuidos por los muros del templo.

Las dinastías XXI a XXIV están consideradas como el tercer período intermedio, un lapso de tiempo de más de 350 años en el que diversos monarcas se establecieron paralelamente en Sais, Tanis y Bubastis, capitales del delta del Nilo, en un momento de división política del país. La reunificación llegó con los faraones de la XXV dinastía; éstos fueron etíopes que penetraron desde Nubia avanzando hacia el Delta y ocupando Tebas. Respetaron las creencias y divinidades egipcias, asumiendo también sus costumbres con la idea de ser ellos quienes tenían la obligación de restablecer la gloria y el esplendor de Egipto. Restauraron los viejos templos y construyeron otros nuevos dedicados a sus dioses. Tomaron los nombres de los antiguos faraones y en sus producciones artísticas copiaron e imitaron escenas y motivos de épocas pasadas. Recuperaron la tipología de la pirámide como lugar de enterramiento. Durante su reinado los asirios, acaudillados por Asarhadon, llegaron hasta Tebas en el año 671 a.C., pero fueron rechazados.

Poco después de este primer intento fallido, el rey asirio Assurbanipal conquista Egipto convirtiéndolo en provincia asiria hasta que Psamético I (664 - 610 a.C.) libera al país de la dominación asiria y crea una nueva dinastía, la XXVI, denominada saíta. Continuando la labor de restauración de viejas tradiciones iniciada por los etíopes, durante el período saíta tiene lugar un florecimiento de las artes. Destacan los trabajos escultóricos en bronce, de gran suavidad y blandura en el modelado, con tendencia hacia formas contorneadas. Tuvieron contacto con los griegos, algunos de los cuales habían servido en el ejército egipcio como mercenarios. También con los judíos, a través de una colonia que éstos poseían en el sur, cerca de Asuán. El arte de la XXVI dinastía utilizó muchas formas y modelos del pasado, copiando a veces literalmente los motivos de los antiguos monumentos.

La dinastía XXVI acaba con la invasión del Imperio persa, y, salvo breves períodos, Egipto nunca recuperó su libertad de manos de la dominación extranjera. La conquista del país por parte de Alejandro Magno en el 332 a.C., y por los romanos en el año 30 a.C., introdujo a Egipto dentro de la órbita del mundo clásico, aunque persistieron sus antiguas tradiciones artísticas. Alejandro (que había fundado la ciudad de Alejandría, que se convirtió en un importante foco de la cultura helenística) y sus sucesores aparecen representados en los muros de los templos como si fueran auténticos faraones, en relieves, además, con un claro estilo egipcio y no clásico. Los templos construidos durante el período ptolemaico (la dinastía fundada por Alejandro Magno) repiten los modelos arquitectónicos tradicionales de Egipto.

El arte egipcio ejerció también una poderosa influencia sobre las culturas de sus invasores. En los primeros artistas griegos se reconoce una clara deuda con Egipto. Los romanos también mostraron gran interés por el arte de este país, se llevaron a Roma piezas originales extraídas de los templos y tumbas egipcias, e imitaron su estilo en numerosas esculturas realizadas por artistas romanos. La influencia de Egipto, su cultura y su arte, así como la fascinación que despiertan sus antigüedades, ha persistido hasta nuestros días.

Bibliografía:

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