Godos
Los godos (200 al 714)
Los godos, pueblo germánico de la frontera del río Danubio, fueron conocidos por los romanos desde el siglo I d.C.
Los visigodos poseían un reino al norte del Danubio, súbitamente aparecieron las hordas hunas, dicen que aparecían de improviso y saqueaban ciudades, retirándose tan fugazmente como aparecían. Los visigodos pidieron asilo al emperador Valente, y se establecieron en el interior de las fronteras del Imperio.
Los visigodos pronto quedaron sin víveres, los romanos les ofrecieron venderles suministros a precios astronómicos, los bárbaros irritados, comenzaron una invasión masiva. Un ejército romano fue a expulsar a los godos, pero resultó vencido. Luego se dedicaron al saqueo y al pillaje y se aliaron a otros pueblos germanos que rápidamente se les unieron, Valente preparó una rápida contraofensiva, pero su suerte quedaba sellada por la derrota en Adriánopolis en 378, Valente murió cuando escapaba de ésta marejada de germanos.
Tras tomar parte en la caída de Roma, rivalizaron con otros pueblos bárbaros durante principios de la Edad Media por los restos del Imperio Romano de Occidente.
Por cuanto sabemos, los godos procedían de la isla de Gotland, en el Mar Báltico, y se dividieron en dos grupos al emigrar al sur a través de Europa Central. Los visigodos, o godos del oeste, se asentaron durante el siglo II en la actual Rumania. Los ostrogodos, o godos del este, se asentaron en la costa noroeste del Mar Negro. En el 376 d.C., los visigodos fueron expulsados de sus territorios y se desplazaron hacia el sur atravesando el Danubio. Su fuerza se estimaba en 60.000 entre hombres, mujeres y niños. Tras derrotar a un ejército romano de Constantinopla, se asentaron al sur del Danubio durante un breve período para después dirigirse hacia Italia. Saquearon Roma en el año 409 bajo las órdenes del rey Alarico, marchando después hacia el norte, concretamente hacia la Galia. Los romanos les cedieron el sudoeste de la Galia. Desde allí, y con el tiempo, extendieron su dominio a todo lo que es actualmente España y Portugal.
Los ostrogodos fueron las primeras víctimas de los hunos pusieron resistencia pero fueron aplastados por los hunos, luego se vieron obligados a unirse a los orientales y obedecer a sus jefes.
Finalmente se libraron del dominio huno y, a finales del siglo V, siguieron a sus congéneres, los visigodos, hasta Italia. El emperador de oriente, que quería deponer al virrey bárbaro reinante, los animó a llevar a cabo la invasión. Los godos entraron en Italia en el 448 bajo las órdenes de Teodorico, que ya era rey de los actuales territorios de Suiza y los Balcanes, completando su conquista en el 493.
El reinado de Teodorico duró poco tras su muerte en el 526. Diez años más tarde, los bizantinos enviaron un ejército a Italia al mando del gran general Belisario, con la excusa de poner paz en la lucha por la sucesión al trono. Los bizantinos pretendían recuperar Italia y restaurar el antiguo Imperio Romano de Occidente. La guerra se alargó, devastando el campo conjuntamente con las plagas y el hambre. En el 552, los ostrogodos fueron finalmente vencidos en Italia. Dejaron de existir como grupo concreto a finales del siglo VI, cuando una nueva tribu de bárbaros, los lombardos, invadieron el norte de Italia.
El reinado de los visigodos fue más duradero. A finales del siglo V Clodoveo, rey de los francos, expulsó a los visigodos de Francia haciéndoles cruzar los Pirineos. El reino se fragmentó tras su muerte, y los visigodos quedaron en paz durante algún tiempo. Pero en el 711, una nueva amenaza avanzaba desde el sur: los ejércitos islámicos cruzaron el mar desde el norte de África y, en un período de cuatro años, destruyeron el último reino godo.
Hoy se recuerda a los godos por haber sido los primeros en saquear Roma, y, en consecuencia, por haber dado comienzo a la caída definitiva del antiguo orden mundial europeo. Sin embargo, la admiración que sentían por la cultura romana y sus intentos por preservarla, permitieron que gran parte de ésta se conservara. Así por ejemplo, las actuales lenguas de Italia, Francia, España, Portugal y Rumania proceden del latín, aunque con influencias de otras lenguas posteriores. No son variaciones del alemán, como es el caso del inglés.
Autor: Ricardo Santiago Netto. Argentina