Ahora que ya hemos alunizado seis veces en nuestro satélite, ¿qué hemos averiguado …

• Responde: Isaac Asimov

En cierto modo es injusto esperar demasiado de las exploraciones lunares, si tenemos en cuenta los límites de lo que se ha hecho. Al fin y al cabo, no se ha hecho otra cosa que recoger algún que otro material de la superficie en seis lugares muy separados y dentro de un área total equivalente a América del Norte y América del Sur juntas. Pudiera muy bien ser que en cualquiera de estos alunizajes los astronautas no hayan estado ni a cinco kilómetros de alguna clave para descifrar los enigmas lunares, sin que ellos lo supiesen.

Por otra parte, los astrónomos y los geólogos no han hecho sino comenzar su misión. El estudio de las rocas lunares proseguirá durante años. El proceso puede ser útil, porque algunas de las rocas tienen unos 4.000 millones de años y son, por tanto, reliquias de los primeros mil millones de años de existencia del sistema solar. Jamás se ha encontrado en la Tierra nada que se remonte, inmutable, a un período tan remoto.

De entre las cosas que nos ha revelado la investigación de la constitución química de la superficie lunar, la más clara quizá sea que la distribución de elementos es muy diferente de la de la Tierra. Comparadas con la Tierra, en las rocas de la superficie lunar escasean aquellos elementos que tienden a formar compuestos de bajo punto de fusión: hidrógeno, carbono, sodio, plomo, etc. Los elementos que forman compuestos de alto punto de fusión (zirconio, titanio y las tierras raras) se encuentran en mayor porcentaje en la corteza lunar que en la terrestre.

Una explicación lógica sería suponer que la superficie lunar sufrió en otro tiempo un calentamiento lo bastante fuerte y continuado como para evaporar y echar a perder los compuestos de bajo punto de fusión, dejando atrás los de alto punto de fusión. Esta conclusión viene además apoyada por el hecho de que, al parecer, hay una proporción muy alta de materiales vítreos en la Luna, como si gran parte de la superficie se hubiese fundido y solidificado después.

Pero ¿qué es lo que originó ese calor? Pues, por ejemplo, el impacto de grandes meteoritos a lo largo de la historia remota de la Luna, o bien, gigantescas erupciones volcánicas. En ese caso, el efecto aparecería en ciertas zonas y no en otras. Sin embargo, hasta ahora las pruebas parecen indicar que dicho efecto se extiende a toda la Luna.

Acaso viniese ocasionado por un largo período de sobrecalentamiento del Sol. En ese caso, la Tierra también habría estado inmersa en un calor parecido. Aunque la Tierra está protegida por el aire y los océanos, mientras que la Luna no, podrían existir pruebas en nuestro planeta de ese cálido período. No se ha encontrado ninguna, pero quizá sea porque en la Tierra no hay rocas que hayan subsistido, sin modificación alguna, desde aquellos primeros mil millones de años del sistema solar.

Una tercera posibilidad es que la Luna estuviese en otro tiempo mucho más cerca del Sol. Quizá fuese en origen un planeta independiente, con una órbita alargada que, en uno de los extremos, la aproximara al Sol hasta una distancia parecida a la de Mercurio hoy día. En ese supuesto podemos estar seguros de que su superficie estaba completamente cocida por el Sol.

Puede que el otro extremo de la órbita llevara a la Luna bastante cerca de la órbita terrestre y que en un momento dado -quizá no más de mil millones de años atrás- la Tierra lograra capturarla, convirtiendo así en satélite lo que antes fuera planeta.

Sea cual fuere la causa, lo cierto es que esa agostada superficie lunar es descorazonadora en un aspecto, pues alimenta la posibilidad de que no haya agua en toda la superficie, lo cual significa que el trabajo de establecer una colonia en la Luna es mucho más difícil que en otras circunstancias.

Enviado por: Paco Beruga.

Editor: Ricardo Santiago Netto (Administrador de Fisicanet).

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