Al calentar una sustancia se pone primero roja, luego naranja, después amarilla, pero a continuaci&oacu
• Responde: Isaac Asimov
Cualquier objeto, a cualquier energía superior al cero absoluto, radia ondas electromagnéticas. Si su temperatura es muy baja, emite sólo ondas de radio largas, muy pobres en energía. Al aumentar la temperatura, radia una cantidad mayor de ondas, pero también empieza a radiar ondas de radio más cortas (y más energéticas). Si la temperatura sigue subiendo, empiezan a radiarse microondas aún más energéticas y después radiaciones infrarrojas.
Esto no quiere decir que a una temperatura dada sólo se emitan ondas de radio largas, un poco más arriba sólo ondas de radio cortas, luego sólo microondas y después sólo infrarrojos. En realidad se emite toda la gama de radiaciones, pero siempre hay una radiación máxima, es decir una gama de longitudes de onda que son las más radiadas, flanqueadas por cantidades menores en el lado de las energías bajas y por cantidades todavía más pequeñas en el de las altas.
Cuando un objeto alcanza la temperatura del cuerpo humano (37 °C) el máximo de radiación se encuentra en los infrarrojos largos. El cuerpo humano también radia ondas de radio, pero las longitudes de onda más cortas y más energéticas son siempre las más fáciles de detectar y por consiguiente las más notables.
Cuando la temperatura alcanza aproximadamente los 600 °C, el máximo de radiación se halla en el infrarrojo corto. Pero a esas alturas la pequeña cantidad de radiación que se halla en el lado de las energías altas adquiere una importancia especial porque entra ya en la región de la luz visible roja. El objeto reluce entonces con un rojo intenso.
Este rojo constituye sólo un pequeño porcentaje de la radiación total, pero como da la casualidad de que nuestro ojo lo percibe, le otorgamos toda nuestra atención y decimos que el objeto está al «rojo vivo».
Si la temperatura sigue subiendo, el máximo de radiación continúa desplazándose hacia las longitudes de onda cortas y cada vez se emite más luz visible de longitudes cada vez menores. Aunque el objeto radia más luz roja, se van agregando poco a poco luz anaranjada y luz amarilla en cantidades menores pero significativas. Al llegar a los 1.000 °C la mezcla de colores la percibimos como naranja, y a los 2.000 °C como amarilla. Lo cual no significa que a los 1.000 °C sólo se radie luz naranja o que a los 2.000 °C se radie sólo amarilla. Porque si fuese así, habría efectivamente que esperar que lo siguiente fuese «calor verde». Lo que en realidad vemos son mezclas de colores.
Al llegar a los 6.000 °C (la temperatura superficial del Sol) el máximo de radiación está en el amarillo visible y lo que llega a nuestros ojos son grandes cantidades de luz visible, desde el violeta hasta el rojo. La incidencia simultánea de toda la gama de luz visible sobre nuestra retina nos da la sensación de blanco, y de ahí el color del Sol.
Los objetos más calientes aún que el Sol radian todas las longitudes de onda de la luz visible y en cantidades todavía mayores. Pero el máximo de radiación se desplaza al azul, de modo que la mezcla se desequilibra y el blanco adquiere un tinte azulado.
Todo esto reza para objetos calientes que emiten «espectros continuos», es decir, que radian luz en la forma de una ancha banda de longitudes de onda. Ciertas sustancias, en condiciones adecuadas, radian sólo luz de determinadas longitudes de onda. El nitrato de bario radia luz verde cuando se calienta, y con ese fin se lo utiliza en los fuegos de artificio. «Calor verde», si así lo queréis.
Enviado por: Paco Beruga.
Autor: Isaac Asimov. Doctor en química. Rusia.
Editor: Ricardo Santiago Netto (Administrador de Fisicanet).